domingo, 27 de junio de 2010

Viajar es un placer... II

Hola, mudit@s mí@s (a ver si con indirectas...).
El pasado día 17 nació, con pequeño susto incluído, Bosco, vástago y báculo de la vejez de XD. Enhorabuena a los papás y que se vayan preparando para lo que les espera: noches en blanco, cacas, pises, lloros, biberones, más noches en blanco, papá falta mucho, me mareo, dame dinero, a mis amigos les dejan, el tabaco es de un amigo, me sentó mal la cena, a mi boda invito a quien quiero, pues a mí me parece un asilo muy bonito... Lo de siempre. Y para toda la vida, oiga... Lo orgulloso que estará papa cuando vea su primer placaje, lo cabreada que estará mamá cuando llegue de su primer tercer tiempo con birra... O quizá, quién sabe, lo orgullosa que estará mamá cuando su hijo baile por primera vez en el Bolshoi, y lo cabreado que estará papá porque el xxxx baile de los xxxxxxx es a la misma hora que la final de la Heineken Cup... O a lo mejor todo a la vez. Ya lo iremos sabiendo. Felicidades a los tres.

Bueno. Allá en noviembre me había quedado en que me iría en bus a la tierra de los cascarilleiros (saludos JA, que tenéis que sufrirlos casi todos los días). Y dicho y hecho. ¿Que costaba el doble? Pues se pagaba. No tenía que ir apretado y además tenían tele. Un día es un día. La casa por la ventana. A todo trapo... Así que me voy pa la estación de autobuses, pago todo cheo el billete, mientras espero me tomo un Nestea, y a la hora convenida y con una puntualidad que sería casi que imposible en el tren, salgo de Pontevedra feliz en el bus, preguntándome qué video (de aquella aún no había DVD) nos van a poner para amenizar el viaje. Pero pasa un cuarto de hora y aún no han encendido la tele, y a la media hora tampoco. En ese momento, y como no soy parvo del todo, me doy cuenta sin ayuda de nadie de que la tele es de adorno, por lo menos en este viaje. Empiezo a pensar que no era tan buena idea eso de ir en bus. También empiezo a tener otra sensación. Todos sabéis que el té es diurético. Ahora. Yo en el año 91 y a bordo de aquel Castromil lo único que sabía era que tenía ganas de hacer pis. Y sin tele para distraerme. Así que echo un vistazo al bus. Tranquilo, pienso, seguro que tiene baño, es moderno, con tele (de adorno)... Así que me fijo un poco más, este "peaso bus" tiene que estar preparado, xxño, por eso vale tanto el billete... Ahora seguro que pensáis que voy a escribir que tenía baño pero estaba fuera de servicio o algo así, ¿no?... pues no, peor, directamente no tenía, aunque he de reconocer que daría más fuerza a la historia lo otro. En todo caso, me veo en el siguiente brete: los flujos, por culpa del xxto diuretismo de los xxxxnes del té de los hxxxxs, se me están empezando a escapar. No tengo tele que me entretenga, y el paisaje de la autopista es triste, así que pienso que aún no hemos llegado a Santiago y que me queda por delante una hora más de camino, lo cual me pone más nervioso y hace que los flujos apreten un poquito más. Así que sé que si pretendo llegar seco a Coruña tengo que evacuar antes. También sé que hay una parada en santiago para dejar y coger gente. Todo está claro. En Santiago salgo a toda leche, evacúo y vuelvo a subir. Fácil. Malo será... entre que baja y sube la gente...
Pues malo fue. En cuanto se abrió la puerta, bajé corriendo, me metí en el primer servicio que encontré, dejé lo que tenía que dejar, y sin pérdida de tiempo (en total, serían dos minutos de pit stop) salgo corriendo otra vez para pillar el bus. Pero... o bajó poca gente, o subió menos, pero del bus no quedaba ni el humo del escape. Menos mal que, previsor que es uno, antes de bajar cogí la bolsa que llevaba, que si no me quedo sin ella también.
Imaginaros la cara que pude poner... pues obviamente de póquer, como si no hubiera pasado nada. El bus... ¿qué bus, señora, de qué me habla?... Como si la gente que me vio bajar corriendo del bus y luego llegar corriendo otra vez, poniendo cara de gili al ver el hueco que había ocupado el bus, esa gente, digo, no se hubiera dado cuenta. Yo no sé si era verdad o no, pero notaba como si todo el mundo me miraba y se partía el pecho... y no conmigo, ¿eh?, que yo no me reía.
Así que achanté el mirlo y me fui caminando a la estación del tren (aún hay una pateada), trayecto durante el cual mi ánimo se serenó e incluso llegué a pensar que nada peor podía ya pasarme. Resignado ya a la pérdida del importe del bus, al que tenía que sumar el del tren de Santiago a Coruña, pérdida nada baladí, por otro lado, si contamos de que mi presupuesto era de quince mil pelas para pasar todo el mes. Resignado por la pasta y cansado por la pateada. Así estaba yo cuando por fin subo al tren que me iba a llevar a mi casa putativa. Por aquel entonces (siempre me ha gustado esta frase, implica lejanía en el tiempo... pero claro, si es que estamos hablando del siglo pasado) el tren aún tenía compartimentos individuales, de esos que tenían una puerta corredera para acceder, así que entré en el primer compartimento sin fijarme y... ¿a quién me encuentro dentro? -Aquí Faemino y Cansado dirían que a Federico Trillo o algo así)- Pues me encuentro con dos pesados excompañeros de clase, a los que llevaba evitando todo el curso (con éxito) y que me dieron la barrila hasta que nos despedimos en la estación, y eso porque les dije que vivía al otro lado de la ciudad, por si acaso...
Así que Castromil 0-Tren 2. Con lo de la tele casi mete un gol el Castromil, pero el tren mete uno de penalti (el precio) y otro por la escuadra (el baño). Así que nunca volví a coger el bus para ir a Coruña. Jamás. Y no pienso cogerlo más.

La moraleja es, piruletas, que si el bus quieres pillar, antes has de mear, y si no, colgado te puedes quedar...
Ya no me queda tiempo hoy para más, pero ya os contaré lo del avión. Cuidaos mientras. Bye.

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