No me lo puedo creer.... Todo pintaba bien... Sábado tranquilo, después de un gran día soleado, con partido de rugby e incluso tercer tiempo... Si el Mareantes hubiera ganado ya sería increíble, pero bueno, tampoco pido milagros...
Como no me apetecía salir (ya me llegó el viernes) me quedé en casita tranquilo a ver una peli. De esas culturales. Esta pintaba bien. Coches y mujeres hermosas.... ya os digo, mujeres es-culturales, algo para poner la mente en blanco y no tener que pensar. A todo gas 3. Tokyo Race. Ahí es ná. The fast and the furious. Yo pensé que venía a significar los rápidos y los furiosos, más o menos, pero no... viene a significar "te vas a cabrear rápido". Y tan rápido, como que a media película decidí que no lo podía aguantar más y apagué la tele.
Veréis. La película empieza con un fulano guapete qe va al instituto (je, al instituto... se supone que es menor de 18 años y el tío parece que tiene 30... aunque en realidad tiene 25, lo he consultado) y se acaba picando con el chulo del insti, que claro, es el quarterback del equipo, porque el guapito habla con la novia del chulo y el chulo se pica, muy quarterback él, y al final acaban dirimiendo diferencias como todos los chavales de instituto: echando una carrera... ¿Corriendo?... Me diréis. ¡Qué deportistas! ¡Como en carros de fuego!... No. Ni siquiera en scooters rectificados. A ver si os enteráis: en Estados Unidos todos son guapos y tienen cochazos. Además, para dar emoción, se apuestan a la chica del chulo (idea de la chica, además, que no sabe si le gusta más el chulo o el guapito, intelectual ella... seguro que hasta es animadora).
Pues eso... un Viper contra un muscle car. Parece que por fin vamos a ver algo interesante... pero no. Es tan indignante que no la voy ni a relatar. De esas carreras penosas en las que se demuestra que los yankis no tienen ni idea de qué es un cambio de marchas, porque cuando se supone que ya van a tope (es una carrera, ¿no?, de eso se trata) pues siempre salen bajando una marcha... aquí, en Europa, si vas a tope de revoluciones y bajas una marcha y aceleras más, o se corta la inyección -y vas más lento-, o revientas el motor -y ya no vas-... Aún por encima todo aderezado por una pléyade de seguidores del chulo -porque es guay, y si no vas con los guays no eres guay- coreando sus gallitadas. Al final, claro, se dan la galleta (por culpa del chulo, claro) y la policía le echa la culpa al guapito macarrilla, porque el chulo aparte de ser quarterback y beneficiarse a la animadora calentorra, es hijo de papá rico, y los ricos nunca tienen la culpa de nada (eso tanto aquí como allá)...
En resumen, y por ahora, hemos visto a un tío guay, que como en todas las películas yankis, tiene un mogollón de lameculos que le ríen todas las gracias -sólo mientras sea el más guay-, y con el que todas las niñas quieren salir, que además, es rico. Un winner. Por el otro lado tenemos al guaperas macarrilla, que no tiene pasta, es más chulo que nadie, y por ser tan marginal le mola también a las niñas, porque aunque no es guay, tiene un rollito nosequé que les resulta chachi... O sea, por ahora hemos visto a dos idiotas descerebrados yankis típicos... y a partir de aquí llega la debacle...
Resulta que al guapito lo envían a Tokio, con su padre -ya ni os explico la historia del padre ni porqué está en Japón, porque ni merece la pena gastar tiempo en esto-, y claro, al día siguiente de llegar -ni jet lag ni rabos de gaita-, se va al instituto de turno en Tokio, lo normal, si no fuera porque en el instituto sólo dan las clases en japonés, y el guapito no tiene ni papa de japonés... O sea: tienes un hijo que va de rebelde, que seguramente ni escriba correctamente en su idioma, que ha copado más clases que Alberto (un saludo) en sus tiempos, al que las clases de educación especial le quedan grandes... y vas y le metes en un instituto en el que hablan japonés... ¡aplausos! Ahora ya sabemos que la idiotez se hereda.
En fin. El primer día el gachó conoce a la megacachonda y al negrito simpático que, naturalmente, lo que hace en el insti es vender zapatillas, mp3, móviles y lo que se tercie (claro... qué va a hacer un negro en el instituto... ¿estudiar?... ¡no! Por favor...). ¿Ya tenéis ganas de colgar al guionista? Pues esperad, que aún hay más...
La primera noche se va con el colega de color -se han conocido el mismo día, pero ya son uña y carne, lo que une ser yanki por el mundo adelante-, que se lo lleva a una reunión de... ¡colgados por los coches! El mundo es un pañuelo. Seguro que a mí me dejan en Japón y el primer día encuentro un local donde se juegue al tute subastado... En fin, que allí se encuentra a la megacachonda, que resulta ser la novia del ganster oficial del insti (no llega a Yakuza, pero su tío sí), y claro, acaba corriendo una carrera de drifting (derrapando, vaya) con el coche que le deja otro japonés colega del semi-yakuza, que acaba escacharrando porque no tiene ni idea de hacer drift... BASTA!!!!
Apaqué la tele. Ya se supone que el tío acaba ganando al semiyakuza en una carrera tipo vida o muerte, y se queda con la megacachonda. Se nota que los guionistas están de huelga.
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