Hola piruletas. Si hace un par de meses se iba el Yayo, el último Banderola, pues el día 25 de Agosto decidió la Yaya hacer lo propio y marcharse con él, como cuando iba a buscarlo a la de Quinco o a la de Antonio cuando las partidas se alargaban demasiado (cosa que, he de decir, pasaba pocas veces). Más de 60 años juntos es lo que tiene. No aguantó la pérdida de su otra mitad. Se fue apagando como una vela.
Algunos conocíais a la Valenciana, todo nervio, fuerza, movimiento… y por qué no decirlo, un puntito de mala follá, que para eso había nacido en Lora. Y aunque en su tiempo fue una mujer avanzada que iba sola a los bares y fumaba (y eso en aquella época –años 40- era el no va más de la desvergüenza), a partir de sus 70 años consideraba que la liberación de la mujer estaba tomando tintes demasiado liberales, y no le gustaba que las mujeres llevaran el ombligo (u otras partes) al aire. No soportaba los tops, ni las minifaldas, y sobre todo, no podía ver un piercing delante. No creo que pueda escribir aquí las palabras con las que obsequiaba a todas estas famosillas que veía por la tele, famosillas por haberse tirado a alguien famosillo y que luego van por ahí largándolo por pasta. Ella lo resumía llamándolas “sorras”. Y es que ella hablaba así a veces, con la s, no por ser andaluza, sino por que aquí el gallego se sesea mucho. “Sorras”. Qué precisa era la Yaya a veces describiendo a la gente. Sobre todo a la mala gente.
Otras veces, sin embargo, te salía con una palabra inventada o usada con otro significado, sobre todo por evitar otra palabra más soez, que era la que normalmente solía utilizar. Sirva como ejemplo sensual como homosexual (por xxxxxón), o bien esta frase que nos encajó un domingo: … porque mira que mala suerte tiene x, que tiene un hijo melancólico… Nos estuvimos riendo por lo menos media hora. Ella quería decir mongólico (por suxxxxxxx).
Otra característica eran sus modales trasnochados y extremadamente correctos en el trato con la gente. Como en otras épocas, trataba de señor y señora a todo el mundo, sobre todo a ricos, curas, médicos, políticos y otras gentes de mal vivir. Como en la época del caciquismo, ella respetaba a las fuerzas vivas: el cacique o señor del pueblo, el cura, el médico y los prebostes. Del mismo modo trataba a la gente a la que alquilaba sus casas en verano. Eran los señores, los bañistas decía ella, una clase social superior a la que había que respetar y nunca mezclarse con ellos. Me acuerdo que de niño me echaba broncas por ir a jugar a una de las casas con D, pero yo ni sabía ni se de clases sociales, y además D tenía una colección de clicks impresionante. Supongo que tantos años de aguantar caciques y curas hicieron mella, estando además la mayor parte del tiempo en casa sola con sus hijos, en tiempos duros en los que mandaban hacían lo que les venía en gana y si protestabas la llevabas clara… era mejor decir sí señor, bajar la cabeza, y después ciscarte en sus muertos, ya a salvo, en casita. Más aún viniendo ella de una ciudad grande a un pueblito perdido de la mano de Dios como era Raxó por aquél entonces, y en aquella época oscura en la que te llevaban a dar paseos de los que no volvías… alguna historia de este tipo nos tiene contado, la más escabrosa la de un fulano a la que el cacique local mató a golpes por un quítame allí esas pajas y no pasó nada y nadie dijo ni denunció nada… una especie de omertá mafiosa en los 50, y de la que todos los implicados (sobre todo el propio difunto) han ido muriendo.
Así que, en resumen, si fue una vida larga, no fue menos dura, por lo menos en sus primeros 50 años. Como el Yayo, también vivió la guerra civil, pero las historias que ella nos contaba a veces de Valencia eran bastante sangrientas, incluyendo algún paseíto que le dieron a un hermano de ella, y de uno que le dieron a ella y se salvó por los pelos, de unos curas que mataron los rojos, de unos rojos que mataron los moros que iban con Franco… todo con mucha sangre y actores muy enloquecidos, muy a lo Tarantino. Además, ya era enfermera antes de la guerra, así que se hinchó de ver todo tipo de fiambres: chopped, jamón York, chorizo de Pamplona… los conoció todos… ni el charcutero del Froiz, que es de lo mejorcito del mundo, vio tanto fiambre como mi abuela, que hasta vio algunos que aún no sabían que lo eran, y, de estos pocos, que pensaron que lo eran y en realidad no lo fueron (de aquella, porque ahora casi seguro que lo son)… ¿Me seguís? Pues eso, fuera como fuera, fue bastante chungo.
Luego se casó con el Banderola y se vino de la capital valenciana a la capital de las Rías Baixas, y pese al gran estupor en un primer contacto con la villa -debido al tamaño de la población, claro, no a su belleza reconocida internacionalmente, que caló hondo en ella, supongo… ¿no?- se quedó, pasó la posguerra, hizo su imperio y crió a sus dos hijos. Con un par. Además podemos decir que trajo el teléfono a estos lares, ya que la primera centralita se ubicó en su casa. De aquella escuchaba todas las conversaciones (pero no por cotillear, sino porque de aquella era así, había que oír por si se cortaba), y luego hacía chantajes a la población local, lo cual le granjeó una gran fortuna… Noooooo, es coña, no hacía chantajes ni dejó una gran fortuna, por desgracia. Tampoco sé si oía las conversaciones, pero sí sé que al teléfono se le añadió Correos. Así que podemos afirmar que mi abuela la primera ingeniera de telecomunicaciones del pueblo, y el primer croupier, porque no había manos por las que pasaran más cartas que las de ella.
Pero si por algo era famosa la Valenciana, era por lo extremadamente limpio que tenía todo: empezando por las casas (principalmente la suya), y acabando en un jardín y una huerta perfectamente pulcros y ordenados: no encontrabas una flor marchita, ni una hoja muerta, ni una maceta fuera de su sitio. Era la campeona del mundo aguantando el cheiro de Salfumán, amoníaco y lejía, sustancia esta última que usaba primero por cajas, y después en forma de hipoclorito directamente, en garrafas de 25 lts. Os voy a contar una anécdota de hace un año o así. Como vió que la fuente de los peces estaba sucia (está al aire libre, y es normal que esté un poco verde) hizo lo siguiente:
1º Cogió los peces con cuidado, y los metió en una tina con agua.
2º Vació de agua la piscinilla.
3º Una a una, limpió todas las piedras con lejía.
4º Limpió el fondo con hipoclorito.
5º Llenó la piscinilla de agua limpia, y
6º Volvió a meter a los peces, feliz por el trabajo bien hecho, en el agua transparente, con las rocas brillantes.
El resultado: los peces, y todo lo vivo que pudiera haber dentro de la piscinilla, se murieron esa misma tarde. Supongo que serían un poco hippies, y no estaban acostumbrados a la limpieza. La verdad sea dicha que sufrió mucho cuando le murieron los peces, pero por lo menos a los siguientes no los limpió con lejía.
Además cuando había que tirar algo a la basura lo hacía a las tantas de la noche para que no le vieran las bañistas ni las vecinas, como cuando limpiaba la acera de delante de su casa todos los días a las siete de la mañana, y cuando digo la acera me refiero a la acera por la que van los viandantes, la que está al lado de la carretera, que se supone que es del Ayuntamiento. Nada la cabreaba más que un perro le meara (o hiciera lo otro) en su trozo de acera… bueno… también le fastidiaba que los bañistas vinieran de la playa con arenas en los pies y le mancharan todo. De hecho, muchos de mis colegas de aquellos tiempos y amigos de hoy me vacilaban porque al irme de la playa siempre tardaba mucho, porque me iba a las rocas, me limpiaba los pies, me calzaba y salía por un lateral sin tocar la arena… pero es que si no, la que me caía luego… Baste como ejemplo la vez que me persiguió con la escoba desde su casa hasta Sinás… anda que no se rieron A, S, y el resto que me vieron pasar corriendo (yo saludando, tan tranquilo), y la Yaya detrás… La comidilla del mes en la Gaceta de Raxó (esa que circula boca a boca entre las viejas del lugar).
Por lo que también pudo haber sido famosa fue por su cocina, en especial por las paellas, pero también por los postres: chulas, yescas, buñuelos… Y unos macarrones con carne picada espectaculares… así me tenía de tan buen ver… y además, como todas las abuelas, siempre te decía si querías más y si no, te preguntaba aquello de ¿Es que está malo? ¿No te gustó?. Y tú le decías: Sí Yaya, estaba muy bueno, pero no me cabe nada más… y es que después de tres o cuatro platos y con el último macarrón en la boca porque no cabe nada más abajo, uno no podía ya más, y entonces te espetaba aquello de: Es que no me comes nada. Joder. Aún por encima. Y claro, comparado con mi abuelo, y esto no os lo había contado, yo realmente comía poco, pero eso era porque él comía como dos o tres personas normales.
Otra lideira de la Yaya eran las obras. Siempre estaba llamando a algún albañil para hacer una reforma aquí, y echar una placa allí… Así pasó de una casa a 4 y media, más el paellero. Casi todos los albañiles de los Ayuntamientos de Poio y de Sanxenxo, algunos de ellos ahora prósperos constructores (bueno, últimamente menos) pasaron en algún momento de sus vidas por la casa de la Valenciana a currar. Y la mayoría llevaron broncas de la misma. Y es que ella sabía más de obras que Calatrava, Bofill y Norman Foster Juntos. Lo que yo os diga, y es que la Yaya era mucha Yaya. Dios la tenga en su gloria, de ministra de Fomento, supongo, o mejor en Obras y Jardines. Ya veréis como el cielo estará más limpio, tendrá más jardines y sin duda, obras nuevas por toda la eternidad. A ver de quién creeis que copió Gallardón…
Adiós Yaya. Dale un beso al Yayo de mi parte. Te queremos.
7 comentarios:
El último día q la vi, en el entierro del Banderola, me dijo q se le rompió el corazón, y tenía razón...
Adios Valenciana
Besos
"La Safata"
Soy una persona tremendamente afortunada: ¿Quién puede decir que ha tenido 4 abuelas?
Porque en mi caso tuve las de sangre, mi querida Tata y, como no, la Yaya. Es verdad que era la Yaya de mi amigo Ángel, pero él y yo lo compartimos todo durante muchos años y estoy seguro de que también me dejó compartir a la Yaya; una mujer admirable a la que todos conocian como Charo la Valenciana.
Yo conocí a la Yaya con 8 años, hace nada menos que 31, después de un viaje eterno en coche (un Renault 12) desde Madrid a Raxó. Por allí, antes que Yanqui, correteaba Linda, y aunque ambos me parecieron siempre unos chuchos enanos, ello me demostraba el buen corazón de Charo. Creo sinceramente que desde el primer día nunca he dejado de admirarla (y quizá en algunos momentos incluso temerla).
Durante al menos un mes al año, ella me crió, me cuidó, me educó, me enseñó y me alimentó de la forma en la que sólo una abuela de verdad sabe y puede hacerlo, y es por eso que la quise y la querré siempre. Exactamente igual que al Yayo (porque que sepaís que también he tenido 3 abuelos, ya os he dicho que he sido muy afortunado).
Es cierto que mi admiración pudo deberse en un principio a la fascinación de un niño de ciudad que por primera vez llega a Galicia y se encuentra con un entorno maravilloso para disfrutar de sus vacaciones de verano (que en aquella época no puedo decir que fueran merecidas porque apenas tenía más obligaciones que la de disfrutar de la vida como buen niño que era).
Sin embargo, el paso de los años, sus atenciones (y las de su familia) y mi crecimiento personal me hicieron entender los valores fundamentales de trabajo, esfuerzo, amor, dedicación y pasión que la Yaya encarnaba durante todos los días del año y que, quizá hoy más que nunca, son necesarios en la sociedad en la que vivimos. Nunca nadie será capaz de recrear un jardin como el suyo; tan coordinado, adecentado, limpio, sano, resplandeciente y mimado durante todos los días del año.
La desgraciada muerte del Yayo me permitió verla una vez más, cogerle la mano y escucharla por última vez. Profundamente triste y melancólica porque su gran amor se separaba de ella. Entiendo que no luchara más. Se apagó y se dejó llevar al lado del Yayo.
En Raxó pasé, sin duda, los mejores años de mi vida y considero que tanto la Yaya como el Yayo, fueron culpables directos de todas aquellas experiencias en tan maravillosa época. Nunca les estaré suficientemente agradecido y siempre vivirán en mi recuerdo.
Pescar pescas mal, Diego, pero tienes un piquito de oro... Deberías plantearte lo del blog, porque realmente conmueve lo que escribes. Un abrazo. El verano que viene espero que pesques algo... si por entonces aún no hemos hundido el barco.
Y me lo dice aquel que es incapaz de mantenerse en el barco y se cae con ropa y todo!!
Me vas a perdonar mi querido amigo pero, teniendo en cuenta que abandoné las artes pesqueras hace unos 15 años tras esquilmar la ría de Xureles desde el muelle de Raxó en aquella tarde de luna llena y tremenda marea, creo que en escasas 3 horas haber sacado 1 choco y unas 10 fanecas tras volver a insertar la miñoca en el anzuelo sin clase de recordatorio es todo un éxito.
Lo que sí me afectó es que les quitabais el anzuelo de forma demasiado lenta e interrumpiaís mi ritmo de lanzamiento y recogida. Y claro, así no se puede!
No obstante te cojo la palabra para el verano que viene y prometo mejorar.
Besos para todos y un abrazo para tí.
Mira... nadie en su sano juicio creería a un madrileño que es incapaz de quitarle el anzuelo a lo que pesca, así que ahorrate tus chulerías. Y no me caí del barco... me tiré porque quería cambiar de móvil, que lo sepas...
Había ofertas en el fondo o qué? : )
Pues que sepas que sí... Vi un par de chocos de oferta y un pulpo que estaba a muy buen precio... Lo que pasa es que no llevaba cambio...
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